Observó al orgulloso soldado, que la miraba con ojos vacíos, como contemplando un yermo paisaje a cientos de kilómetros de allí. La joven recogió su puñal, que había salido despedido cuando el hombre le golpeó en la ceja, el dolor era insoportable. Sufrió un pequeño mareo al agacharse y la sangre de su ceja partida comenzó a caer al suelo; tambaleándose, pisó la mano herida de agonizante soldado.
Categoría: Esmeralda
Vivencias de la Princesa de los Ojos Esmeralda
Una Esmeralda afilada
Ya podía verse la Luna en el cielo, a pesar de que el Sol quería regalar a los combatientes dos horas más de claridad. La cabaña se encontraba totalmente rodeada por el bosque, con lo que había sido muy complicada de encontrar por los soldados.
Una cabaña en medio del bosque
Despertó con las primeras luces del amanecer. Después del día anterior, en el que todo parecía salirle al revés, había tenido una de las peores noches en muchísimo tiempo.
La cabeza no paraba de darle vueltas a un único pensamiento: «¿Había hecho bien?». Pudo haber acabado con la guerra de una tacada, aquella noche en el castillo, asestando un golpe mortal al enemigo… un golpe que con toda seguridad le habría costado también la vida a ella… Durante años fue un precio que estuvo dispuesta a asumir, pues siempre creyó que su vida había acabado el día que salió de la aldea de los Lobos, mas, en el último momento, escuchó a su princesa interior y decidió luchar por lo que más quería en la vida.
Aunque se encontraba enormemente cansada, agradeció los primeros rayos de luz que aparecían por el este; había llegado el momento de seguir el camino aunque la situación no fuera la más apropiada para continuar con el viaje. Sus ampollas aún no habían curado y las hierbas que había utilizado para sanar sus heridas no habían surtido el efecto deseado… Tras comer los pocas bayas que quedaban en los alrededores, comenzó a caminar. Cada paso le hacía apretar los dientes un poco más, presa del dolor.
-Tengo que continuar, si no, nunca saldré de aquí.- Hablaba en voz alta para intentar animarse, aunque sus esfuerzos eran inútiles: el cansancio, el hambre y el dolor hacían imposible cualquier visión optimista de la situación.
Caminó durante largo rato, hasta que se vio incapaz de dar un paso más, así que se dejó caer bajo la sombra de un gran árbol. Estaba perdida, muerta de hambre y de sueño, y su moral se arrastraba por el suelo, persiguiendo a duras penas la pequeña sombra que le acompañaba a mediodía. La brisa alivió el calor que sentía, y, tras unos instantes, consiguió recuperar el resuello… Intentó calmarse, pero su corazón se movía aceleradamente en su pecho… la situación era complicada. Pensó en intentar acortar el camino atravesando un bosque, pero aquello solo la entristeció: no era capaz de continuar por el camino, ¿cómo podía pensar en atravesar un bosque? Con ese pensamiento, cayó en un profundo sueño.
El sueño no fue agradable, consistió en una sucesión de imágenes de difusos colores, ruidos, sentimientos y confusión, no sabía dónde se encontraba, ni cómo, pero entendía que aquello tenía algún significado, aunque no fuera capaz de descubrirlo en ese momento…
De repente, todo se calmó, se encontraba en una preciosa habitación, decorada de manera excelente, en una enorme y confortable cama. Llevaba puesto un vestido verde, con los hombros descubiertos. Se miró al espejo, era toda una princesa. Su corona plateada, con engarces de esmeraldas brillaba con los rayos de sol que entraban por la ventana.
La puerta de la habitación se abrió, y supo que tenía que bajar las escaleras. Cuando se encontraba a medio camino, comenzó a percibir un delicioso olor. Olía a venado asado; pero también reconoció un olor que hacía mucho tiempo había olvidado, aunque supo al instante qué era: sopa de cebolla…
Entonces entendió que se estaba acercando a casa… la Princesa de Ojos Esmeralda volvía a casa.
Se despertó acurrucada bajo la sombra del árbol, y abrió los ojos justo cuando el sol se ocultaba tras las montañas del oeste. Se maldijo por haberse quedado dormida, tenía varias picaduras de insectos en todo el cuerpo, pero, a la vez, se sentía reconfortada por la parte final del sueño.
Su estómago rugió, como si quisiera recordarle que llevaba vacío demasiado tiempo… Entonces se dio cuenta de que el olor del venado era real, aunque lo primero que pensó fue que se estaba volviendo loca.
Se levantó y miró hacia el bosque que tenía delante, aquél que no quiso atravesar por la mañana. Se frotó los ojos, incrédula. Una pequeña columna de humo salía de entre los árboles, probablemente de una cabaña situada en el interior… Decidió internarse siguiendo el humo… y el olor.
Consiguió ver la cabaña, y, de repente, unas manos la agarraron, le ventaron los ojos y la arrastraron…
Un día para ella
No habría sido capaz de decir cuánto tiempo había dormido hasta que vio que el sol le indicaba que estaba cerca de ser mediodía. Estiró sus agarrotados músculos y se dispuso a salir de la cueva, recoger algunas hierbas para curarse las heridas, darse un baño y, si había suerte, cazar algo para comer.
Tomó unas ramas y con gran destreza fabricó una pequeña trampa. Dejándola cerca de la cueva, se dirigió al lago para tomar algunos de los frutos de aquellos arbustos. Una vez estuvo saciada, se desnudó y bañó en aquellas aguas tan cristalinas, relajándose una vez más.
Cuando salió, decidió curar sus heridas y tallar una figura con su daga. De vez en cuando echaba un vistazo a la pequeña trampa, solo para volver decepcionada por ver que no había funcionado.
Un ciervo se acercó a beber al lago, a escasos metros de la ubicación de la cueva. Silenciosamente cargó una flecha en el arco que le había dado el mensajero el día anterior. Apuntó a la cabeza, tal y como había aprendido hacía tanto tiempo. Soltó la flecha y esta impactó a su objetivo, justo encima de una de las patas delanteras. La presa había sido herida, pero el impacto no fue suficientemente certero para abatirla, y el ciervo huyó del lugar cojeando.
La muchacha se resignó, albergando todavía esperanza para comprobar el estado de la trampa una vez más. De nuevo estaba vacía, las hierbas que había de cebo no habían llamado la atención de ningún animal. Así que sin nada consistente que llevarse a la boca, volvió a la cueva, para terminar de tallar la figura que representaba a Mahtan tal y como se lo imaginaba. Un despiste, sin embargo, hizo que uno de los cortes no fuera preciso, y lo que iba a ser el brazo derecho del Lobo se partió, dejando la figura inservible.
Una lágrima corrió por su mejilla, atrás había quedado aquella mujer con máscara de hielo, impasible ante la adversidad.
– Supongo que hoy no es mi día…
Esperó a que anocheciera y volvió a encender un fuego, dejándose caer, aún más derrotada que el día anterior, en su humilde cama de hojas y ramas…
El lago
Continuaba su largo y penoso camino hacia el norte, hacia su tierra natal. El territorio, completamente virgen, era de una belleza impresionante. Dos interminables cadenas montañosas se entrelazaban en ese lugar para formar un precioso valle, con un lago de aguas cristalinas en el centro. La noche sería clara y el cielo estaría completamente despejado, dejando miles de puntos brillantes en su oscuro manto.
– Será mejor que busque un refugio para pasar la noche.- Se dijo para sí misma. El sol se estaba ocultando, anunciando el final de un largo y triste día…
Encontró una pequeña cueva natural, donde poder encender una hoguera. Cortó unas ramas con su daga y preparó un precario catre cubierto de hojas. Debía encender un fuego para alejar a las posibles bestias de la noche. Observó el precioso lago, que había dejado de reflejar el sol y vio cómo algunos animales se acercaban a la charca a beber desde la otra orilla.
– Al menos los depredadores no estarán a este lado …- Pero tampoco podría cazar para saciar su vacío estómago.
Fue en este momento de tranquilidad cuando se dio cuenta de lo cansada que estaba. Tenía cortes en las piernas, el pelo enmarañado y ampollas en las plantas de los pies. Necesitaba urgentemente un descanso, además, su estómago rugía pidiendo algo que echaba de menos desde hacía muchas horas.
Con gran esfuerzo, se acercó al agua. Encontró algunos frutos que hacía años que no veía, lo que le trajo una gran nostalgia. Sació su sed por completo, y consiguió engañar a su feroz estómago por unas horas más, así que se dirigió a su pequeño refugio. Todos sus pensamientos se nublaban, presa del cansancio, mientras volvía.
Encendió una pequeña hoguera, con unas hojas secas y algunas ramas y se dejó caer en su nueva cama… Observó la luna una vez más y cerró los ojos.
El Bosque
Entendió el mensaje a la perfección, sin ningún tipo de dudas; y allí dejó al mensajero, enfrentándose a su destino, mientras trataba de ocultarse en el bosque.
Habían pasado unos minutos y ya se encontraba suficientemente lejos de la zona de conflicto. En caso de que la hubieran visto, les sería prácticamente imposible seguirla, pues el bosque era denso y no había dejado huellas visibles.
Pensó en el hermano de Mahtan y lloró por él. Si hubiera salido victorioso del combate, ya habría tenido noticias suyas, pero no era así. Varios pensamientos rondaron su cabeza, y se acordó del momento en el que estaba frente a la puerta del comedor, en aquel oscuro castillo, justo ante la oportunidad que había esperado todos esos años. Sonrió al recordar cómo y por qué había huido, derritiendo su máscara helada para siempre.
Entonces, a pesar de la enorme tristeza que sentía por el mensajero, sintió una sensación que no había experimentado en toda su vida; al principio se preguntó qué sería, luego descubrió lo que era. Paz espiritual. Por fin había sido capaz de superar el odio que había oscurecido su vida, había elegido el camino del amor, el camino de encontrar a su héroe, Mahtan Vardamir. Por primera vez florecieron en su corazón esos sentimientos que se había empeñado en enterrar durante tanto tiempo…
Allí se vio, frente a aquel viejo roble, y se dio cuenta de que jamás volvería a dudar… Estaba en el camino correcto.
Esmeralda
Había caminado durante toda la noche, haciendo incluso una ruta más larga, para fingir haberse perdido y hacer que sus perseguidores se despistaran. Estaba agotada, pero aún así conservaba su gélida máscara impenetrable. Durante sus años de vida en el castillo, había estudiado y memorizado los mapas de esas tierras. Había planeado matar al gobernador, pero necesitaba un plan de huida cuando lo hiciera; así que se dedicó durante mucho tiempo a memorizar los mapas de la zona para tomar el camino más adecuado llegado el momento.
Decisiones… consecuencias
Una mano se posó en el picaporte, al otro lado de la puerta. Inmediatamente pudo ver en el espejo como éste se movía… Consiguió esconder la daga en su bota derecha justo antes de que la sirvienta entrase.